martes, 26 de abril de 2022

Reconocer la presencia del Señor

Observar los pensamientos, sentimientos y emociones, valorarlos y luego actuar es algo que nos ayuda en nuestra vida psicológica. Sin embargo, somos poco propensos a hacer esto porque la velocidad y la productividad están muy cotizadas en nuestro mundo actual, y le dedicamos poco tiempo a detenernos y reflexionar. Nos asusta el silencio o lo consideramos una pérdida de tiempo.

Normalmente nos movemos en dos registros: Los positivos, fluidos, gozosos, que en clave ignaciana se conocen como la consolación espiritual. Y los negativos, pesimistas, de turbación, que en palabras de San Ignacio son la desolación espiritual. 

Para el Santo de Loyola, el detenimiento y silencio forzosos que vivió al regresar a su casa después de la herida en la batalla de Pamplona fueron la puerta de acceso para mirarse internamente… Esto fue, de alguna manera, el embrión de lo que luego desarrolló con más precisión: Los conocidos como Ejercicios Espirituales.  

Si estamos al comienzo de nuestro itinerario espiritual, es importante hacernos conscientes de estos movimientos internos, tantos lo que nos provocan alegría y esperanza, porque vienen de Dios, como los que nos hunden en la turbación provocados por el “enemigo de natura humana” . 

Es un primer paso fundamental y determinante para reconocer la presencia del Señor y con esto poder ir ordenando lo que nos pasa para estar cerca del Buen Pastor que nos guía en nuestra vida interior.

Espiritualidad Ignaciana

Ciao.

 

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