Cuando pensamos en un abrazo verdadero, evocamos la seguridad de sentirnos sostenidos y amados, Dios nos ofrece un abrazo que va más allá de lo humano, un abrazo eterno que toca lo más profundo de nuestro ser y nos devuelve la paz que tanto anhelamos, su amor nos envuelve con una ternura sin condiciones, una compasión infinita y un perdón que restaura las partes rotas de nuestro corazón, este abrazo no juzga, sino que comprende; no abandona, sino que permanece, y nos recuerda que no estamos solos en nuestros momentos más oscuros, es el abrazo de un Padre que nos dice: "Estoy contigo, no importa qué tan rota o cansada esté tu alma, en mis brazos siempre puedes descansar".
Este abrazo de Dios no solo nos consuela, sino que nos transforma, cada vez que permitimos que Él nos envuelva, su amor llena los vacíos de nuestra alma y nos da una nueva fuerza para enfrentar la vida, nos invita a confiar en su presencia constante, a dejar nuestras cargas en sus manos y a mirar el mundo con sus ojos de misericordia, su abrazo nos impulsa a dar ese mismo amor a los demás, a ser reflejo de su bondad en el mundo. ¿Nos dejamos abrazar completamente por Dios y restaurar en su amor? ¿Abrimos el corazón a su perdón para vivir con esperanza y dar ese mismo abrazo a quienes lo necesitan?
Ciao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario